En ocasiones los estereotipos nos llevan a sacar conclusiones que no se pretenden en lo que se escribe. ¿Por qué tengo que ganarme a vascos o catalanes? ¿Por qué no a asturianos o murcianos? ¿Qué necesidad tengo de ganarme al que no quiere estar conmigo? Con este tipo de ganancias hay que ir a Rajoy, a Sánchez o a los de 13TV. Aunque comprendo que otros muchos catalanes y vascos piensan de diferente forma, y ahí está el problema.
Problema éste que no es tanto del resto de españoles, como de catalanes y vascos, que a fin de cuentas son los que han de vivir juntos y tienen que entenderse. Si no lo consiguen que vayan y le propongan a la ONU que pinte dos rayas en ambos mapas. Unos a un lado, otros a otro y así se sentirían entre iguales y culturalmente ,más identificados.
Suelo respetar a la mayoría de las personas, reconozco que no a todas. Por lo que no siento el más mínimo respeto y sí la más radical beligerancia es por determinadas ideologías que, amparándose en palabras, en principio inocuoas, como bandera, nación, religión, raza, lengua, …, han tenido las consecuencias que han tenido a lo largo de la historia, particularmente en la vieja Europa. Ideologías éstas que considero ridículas y que sencillamente prefiero tomarme a chufla. Alcanzaron su culmen en la Alemania nazi. No ha mucho la antigua Yugoslavia acabó como el rosario de la aurora. En Euskadi, unas los unos, otras los otros ha pasado lo que ha pasado. Y en Cataluña esperemos, por el bien de los propios catalanes, que no llegue la sangre al río.