No señores, esto no es una cortina de humo, pero como si lo fuera el fallo de La Haya ha servido al gobierno para darse un respiro frente a tantos problemas como la inseguridad ciudadana, el caso López Meneses y la supuesta concentración de medios. Bastante conveniente pues, por decir menos, esta coyuntura para nuestra clase política en general que da muestras hipócritas de unidad, de respeto a la democracia y de falsa preocupación por temas de soberanía.
¿Debe haber una preocupación real si el fallo desfavorece a Chile, que dicho sea de paso, tiene tanques leopard, acorazados y varios F-16?
Si dejamos volar la imaginación, Perú no ha logrado modernizar sus viejos tanques rusos T-55, aunque se habla de una negociación para adquirir los poderosos T-90. Sin embargo, y gracias al plan NUBE, tenemos misiles anti todo (tanques, aviones y buques), lo que fue un acierto de Alan García, así como el de llevar a La Haya el diferendo con Chile (Al Cesar lo que es del Cesar).
Aun hoy, pese al gran crecimiento económico de los últimos años, no poseemos los recursos necesarios para comprar tanques o aviones de última generación, así que la adquisición de misiles fue un método eficaz para desanimar cualquier improbable (y casi imposible) agresión militar. Lo que suena irónico es que jamás en la historia post Guerra del Pacifico, Chile ha tenido una oportunidad como esta para utilizar su armamento valorizado en miles de millones. Nadie imagina a un empresario como Piñera declararle la guerra a Perú o a una demócrata como Michelle Bachelet desconocer el veredicto de La Haya.
Lo realmente serio, sin embargo, son las inversiones. Todos recordamos aquel diciembre del 2007 donde la chilena Cencosud anunciaba la compra de Wong y Metro, hasta entonces peruana. Fue un golpe al orgullo nacional, a pesar de que “solo son negocios”.
Por esas épocas Cesar Hildebrandt escribía un infame artículo donde se quejaba que
no había dónde comprar productos peruanos. Menciona, por ejemplo, el ejemplo de la cerveza, que supuestamente no se podía consumir ya que Cristal, Cusqueña y Pilsen pertenecen a la anglosudrafricana SAB Miller. Pero,
¿no existía ya en ese momento la Franca, propiedad del grupo Añaños? Lo mismo sucede con la gaseosa, que la Inka Kola ahora pertenece a The Coca Cola Company,
¿pero y Kola Real? Otra cuestión, muy diferente, es que el señor Hildebrandt es un burgués que siempre gusta hablar de pobres y revoluciones en el Starbucks. Es importante leer este desafortunado artículo, pues
el tiempo dará la razón a la revolución capitalista que el Perú ha tenido desde el 2007, punto de quiebre en lo que respecta a inversiones y diplomacia.
A comienzos de enero del 2008, el gobierno peruano demanda a Chile ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Se planteó, además, llevar a cabo una política de “cuerdas separadas”, donde las inversiones y la diplomacia vayan por rumbos diferentes, independientemente de las desagradables opiniones que han vertido los políticos de ambos países en todo este tiempo. Teníamos todas las de perder y era preciso manejar las cosas con suma cautela. La inversión chilena en Perú, en aquel año, era de 7 mil millones, mientras que la peruana en Chile apenas llegaba a los mil millones.
El 2009 las cosas comenzarían a cambiar, pues para julio de ese año, el grupo peruano Brescia anunciaba la compra de la cementera Lafarge Chile por 550 millones (monto mayor al que desembolsó Cencosud al adquirir Wong y Metro). Para ese año Perú tenía 2500 millones invertidos allá y los chilenos rozaban los 9000 millones. La distancia aún era mucha.
Graña y Montero se encargó de dar los siguientes pasos en el 2010, 2012 y 2013, comprando la Compañía Americana de Multiservicios (CAM), Vial y Vives Ingeniería y Construcción, y DSD Construcciones y Montajes. Tres empresas compradas por un monto superior a los 130 millones, que se suman a lo invertido por el grupo Romero en la compra de Salmofood por 62 millones. Lo propio han hecho los grupos peruanos en territorio nacional al repatriar Inka Farma, hasta el 2011 chilena (la misma a la que se refirió Cesar Hildebrandt), al ofrecer nada más ni nada menos que 350 millones de dólares. El mismo grupo que compró esta cadena de farmacias (Rodriguez Pastor), se encargó de crear en tiempo record Supermercados Peruanos, que hoy en día rivaliza con Cencosud el primer lugar.
Al cierre del 2013, las inversiones peruanas en Chile ascienden a 10 mil millones, mientras que la chilena en territorio nacional llega a 14 mil millones. Es decir, no solo es mala idea para los empresarios chilenos que haya un altercado (de cualquier tipo) entre los dos países, sino también para los propios empresarios peruanos que se perjudicarían al truncar las muchas adquisiciones planeadas allá (los rumores de grupos peruanos queriendo comprar empresas chilenas son muchos). El fallo debe acatarse, cualquier sea el escenario, pues las guerras ahora son de corte económico, político y social. Una gran victoria en lo político habremos conseguido de darnos la razón la corte. Una gran batalla se viene librando hace más de cinco años en lo económico. Veremos qué pasa.
Apliquemos una de las máximas que nos regaló, hace mucho tiempo, la obra maestra de Mario Puzo:
A mí no me gusta la violencia Tom, esto es un negocio, y la sangre cuesta cara.
Virgil Sollozo de El Padrino