Mucho ha llamado la atención esta iniciativa del presidente uruguayo, don José Mujica, sobre el libre consumo, cultivo y comercialización de marihuana. Sin embargo, libre del todo no es y tampoco “revolucionario”, pues existe ya un famoso precedente: Ámsterdam. Es importante destacar este debate, ya que alude directamente al Perú como país productor, consumidor y exportador de distintas clases de estupefacientes.
La plena libertad no existe, ni siquiera para aquellas personas o medios que se autoproclaman liberales. Entonces no tiene sentido que una editorial centroamericana lance un titular tan pomposo y a la vez falso como este: Uruguay se lanza a liberar la marihuana para golpear al narco. Aunque luego se contradicen y aclaran que se regulará. Por lo tanto, ambos términos son excluyentes: o se regula o se libera, mas no existe una cosa intermedia entre lo uno y lo otro.
Lo que tenemos desde ahora en Uruguay es, como bien afirman sus autoridades, una regulación del mercado de la marihuana, pues de otra manera no se explica qué es eso de estar poniendo topes a la producción (480 gramos anuales) y a la compra (no más de 40 gramos al mes) de cannabis por persona.
Revolucionario, pionero o precursor tampoco es. En un interesante artículo publicado en El Cato el 13 de setiembre del presente año, Jeffery A. Miron relata la experiencia de Ámsterdam en materia de regulación de lo que llamaremos los vicios de la especie humana (ver: La marihuana, el sexo y Ámsterdam). El intelectual tiene un balance positivo de lo que vio en el país europeo y respalda todo con una interesante cifra:
En 2009, la tasa de consumo de marihuana durante el año anterior fue de 11,3 por ciento en EE.UU. pero solamente de 7,0 por ciento en los Países Bajos (Ámsterdam).
La conclusión es sencilla: si existe una demanda necesariamente se creará una oferta. No tiene sentido prohibir el consumo marihuana, pues sería lo mismo a prohibir que se consuma chocolate o alcohol. Con las bebidas alcohólicas sucedió lo mismo a inicios del siglo pasado, y el legado de violencia fue tan grande que incluso llegó a la pantalla grande con Los Intocables de Eliot Ness (The Untouchables). En la película, Al Capone empieza con una interesante frase:
Respondo a la voluntad de la gente. A la gente le gusta beber, ustedes lo saben y yo también. Lo que hago es actuar en consecuencia. Y esas habladurías sobre el contrabando, ¿qué es contrabando? En el barco es contrabando, en tierra firme es hospitalidad. Soy un hombre de negocios.
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